La poetisa chilena Gabriela Mistral (1889-1957) realizó una travesía de 21 días por tierra, mar y nuevamente tierra para llegar a Suecia donde el 10 de diciembre de 1945 recibió el premio Nobel de Literatura.
Fue hace 70 años, la primera figura hispanoamericana en obtener el máximo galardón de las letras, la quinta mujer en la historia y, hasta hoy, la única latinoamericana.
La Academia, que reanudó ese año la entrega del premio -suspendido a consecuencia de la Segunda Guerra Mundial- la distinguió "por su poesía lírica que, inspirada por poderosas emociones, ha convertido su nombre en un símbolo de las aspiraciones idealistas de todo el mundo latinoamericano". Una adelantada a su época, que no tuvo espacio en un Chile provinciano, clasista y machista, se encontraba sola en un hotel de Petrópolis (Brasil) cuando en noviembre escuchó por la radio que su nombre había ganado el Nobel. Pacifista, americanista, voz política escuchada en las elites de América Latina y Europa, con tres libros publicados al momento de adjudicarse el Nobel -Desolación (1922), Ternura (1924) y Tala (1938)-, la chilena era mucho más que sus versos, destacó hoy la Universidad de Chile. Diego del Pozo, encargado de la recopilación del Poema de Chile (La Pollera, 2013) y de la antología política Por la Humanidad Futura (La Pollera, 2015) explicó que "cuando la Mistral gana el Premio Nobel, libros de poesía tiene solo tres.
Sin embargo, la prosa que ya había publicado, entre diarios, revistas, alcanza más de 300 o 400 textos".
Al recibir el Nobel, y con un público que la ovacionó, la chilena sonrió y dijo: "Hoy Suecia se vuelve hacia la lejana América Ibera para honrarla en uno de los muchos trabajadores de su cultura. El espíritu universalista de Alfredo Nobel estaría contento de incluir en el radio de su obra protectora de la vida cultural al hemisferio sur Continente Americano tan poco y tan mal conocido".
La maestra del pueblito rural de Vicuña había viajado 21 días desde Petrópolis a Río de Janeiro por tierra, de Rio a Gotemburgo por mar y desde ahí en tren a Estocolmo.
Las primeras gestiones "reales" para que ella recibiera este título surgieron de fuera de Chile, en Ecuador, en 1938, cuando conoció a la escritora Abelaida Velazco Galdós. Devota admiradora de su obra, Velazco se convenció de hacer suyo el desafío de llevar el nombre de la chilena hasta la Academia Sueca.
Convocó a la intelectualidad latinoamericana y el primero en adherir fue el Grupo América de Quito. Después, connotadas figuras se sumaron desde Argentina, México, Brasil y Centroamérica. En Chile, ni siquiera tras el Nobel hubo declaraciones públicas ni actos oficiales de celebración para la Mistral: solo una sesión-homenaje en el Senado en la que participaron desde radicales a liberales, pasando por conservadores y comunistas.
Tras recibir el Nobel, se quedó unos meses en Europa. Volvió a Los Angeles, Estados Unidos, como cónsul y se radicó en Santa Bárbara, donde compró una casa con parte del premio. Sus pares y el Estado chileno tardarían seis años en darle el Premio Nacional de Literatura (1951) y otros tres más para que le extendieran una invitación oficial al país. Es 1954, la primera Nobel iberoamericana emprendió nuevamente un largo viaje por mar, desembarcando en el puerto de Valparaíso, llegando en tren a Santiago, donde tuvo una apoteósica bienvenida en las calles de la capital y se asomaría por las ventanas del Palacio de La Moneda a saludar a su pueblo.
Habían pasado dieciséis años desde la última visita a su país, nueve desde que ganara el Nobel. No volvería en vida a Chile. El mismo año de su deceso en 1957, sus restos fueron embarcados a Santiago y tres años después se cumplió su deseo: "Es mi voluntad que mi cuerpo sea enterrado en mi amado pueblo de Montegrande, Valle de Elqui, Chile", 470 kilómetros al norte de Santiago. (ANSA).
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