Roma (Italia) - El corte de cinta fue el 28 de abril de 1937 en presencia de Benito Mussolini, pero la historia de los estudios Cinecittá viene de más lejos y tiene sus raíces en la gloriosa creación de la productora Cines y la pasión de Luigi Freddi, director general de la cinematografía fascista desde 1934.
Los 80 años de Cinecittá son un mito que ya se convirtió en una marca de resonancia mundial, tanto que los poseedores de la marca hace poco renunciaron a hacer valer sus derechos frente a un negocio de moda de Tokio o una pizzería china.
La palabra Cinecittá forma parte de más de 50 años de un léxico mundial que evoca gran cine, profesionalismo digno del Oscar, emociones fellinianas, "kolossal" norteamericanos: en síntesis la idea misma de la gran pantalla, en un modo distinto al de Hollywood, pero con la misma sugestión y potencia original.
Cuando Luigi Freddi comenzó a cultivar la idea de los estudios nacionales, el régimen fascista ya había puesto a punto hacía tiempo la máquina del consenso mediático, aprovechando la calidad técnica de los operadores y montajistas para la propaganda del régimen de los cinenoticieros Luce.
Basado en una tradición probada en el campo del cine narrativo -la italiana había sido la primera y más floreciente industria audiovisual mundial desde el comienzo del siglo- el fascismo no pidió a realizadores y guionistas la misma grandilocuente celebración del régimen que tuvo el cine alemán.
Mussolini sí pedía al cine entretener, divertir, suscitar emociones y hasta orgullo nacional. Era, en el fondo, el modelo transformado en poderosa máquina de consenso del cine norteamericano, y un viaje del otro lado del océano convenció a Freddi de que así la empresa privada de los productores italianos podía gozar de apoyo público para canalizar popularidad y modelos afines a la cultura fascista.
Fue así que la compañía Cinecittá vio la luz dos años antes de los Studios en la Via Tuscolana, ya en 1935, para revitalizar los establecimientos de la gloriosa Cines que dieron al cine el primer film italiano con Filoteo Albertini, el primer "kolossal" ("Quo Vadis?", 1913), el primer film sonoro ("La canción de amor", 1930) y una intensa producción documental en línea con el fascismo y la colaboración de los mejores realizadores de la época.
Los establecimientos de Cines, sin embargo, se quemaron en 1935 (probablemente por un acto doloso) y la Dirección General de Cinematografía de Freddi decidió intervenir usando capitales públicos y privados para una nueva y más moderna "ciudadela del cine", precisamente frente al recién nacido Centro Experimental de Cinematografía.
Fue una carrera contrarreloj, pero entre la colocación de la primera piedra -el 30 de enero de 1936 bajo proyecto del arquitecto Gino Peressutti- y la inauguración pasaron solamente 15 meses.
Tres años después Cinecittá era totalmente pública y para el fascismo se convirtió en un semillero de talentos y una inimitable escuela de artes y oficios del arte más moderno del siglo.
Las historias de los estudios llenó volúmenes enteros: desde la temporada de los "teléfonos blancos" que entrenó a equipos formidables de profesionales y bautizó también a los mejores talentos del futuro neorrealismo (así se formaron Rossellini y De Sica) hasta los rastrillajes nazis en la Roma ocupada.
El renacimiento posbélico se debe ciertamente a los capitales estadounidenses llegados a Italia con el aporte del Plan Marshall, pero también a la excelencia de los carpinteros, escenógrafos, vestuaristas y técnicos que se podían aportar al cine norteamericano.
Se realizó así paradójicamente el sueño de Luigi Freddi, desde "Prince of Foxes" con Orson Welles, producido en Italia por la 20th Century Fox en 1948.
Pero las grandes producciones hechas en Cinecittá, como el nuevo "Quo Vadis?" con Robert Taylor (1951), "Ben Hur" con Charlton Heston (1959), "Cleopatra" con Liz Taylor (1963), tuvieron sobre todo el mérito de despertar un cine de género totalmente italiano, transformado en auténtico pulmón económico para la producción nacional.
Es la Cinecittá a la que rinde homenaje Fellini, sobre todo en "Roma", y que Ettore Scola evoca en "C'eravamo tanto amati", hasta una lenta declinación que se vuelve auténtica crisis en el corazón de los años 80, una época también recordada por Fellini en "Ginger e Fred". Todavía hoy Cinecittà transmite la idea de un pasado donde las señales de gloria aún están presentes: basta pensar que aquí se ven todavía las construcciones de "Gangs of New York" y tiene su laboratorio el premiado Dante Ferretti, además de haber alojado durante años la producción del "kolossal" televisivo "Rome". (ANSA).