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Lunedì, 29 Ottobre 2018 15:05

25 años sin Federico Fellini, genio del arte En 1993 fallecía director de "Amarcord" de relevancia mundial

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El fallecimiento de Federico Fellini hace 25 años, tras dolorosos meses de hospitalización en una clínica de Roma, el 31 de octubre de 1993, dejó un vacío no solamente en la historia del cine, sino en una idea del arte ligada a los genios multiformes de la creación en estado puro.


A la par de talentos como Pablo Picasso, Andy Warhol o Ingmar Bergman, Fellini descolló con su estilo, el realismo fantástico, no tanto como un modo de representación cinematográfico sino como una visión del mundo, con una dimensión casi circense del set de filmación, expresión y modelo de una sociedad. Una densidad particular tuvieron sus guiones concebidos muchas veces con literatos como Ennio Flaiano, Bernardino Zapponi, Tonino Guerra y Tullio Pinelli.
Nacido en Rímini el 20 de enero de 1920 mantuvo una carrera que rozó lo onírico y la indagación junguiana de la psiquis.
El arco expresivo de Fellini recorrió desde la tierna ingenuidad de la adolescencia, a la representación de los últimos como depositarios de la felicidad, en "La Strada" (1954); de la provincia como lugar del encanto, en "I vitelloni" (1953), al monstruo de las metrópolis, en "La dolce vita" (1960); de la irrupción del inconciente, en "Ocho y medio" (1963), hasta el largo y doloroso viaje por la memoria y el arquetipo en la última parte de su carrera con obras como "Satyricon" (1969) y "Amarcord" (1973). Para llegar al canto final de la soledad de los poetas con "La voz de la Luna" filmada en 1990.
El hilo conductor que conecta a todas estas fases expresivas es el circo como parábola de la ficción y de la representación, pero es en verdad el sueño, como espejo de la vida, el que vuelve a Fellini un artista absoluto, el único capaz de ver al mundo a través de un filtro tan personal como universal. Su impronta sobre el cine internacional resultó tan fuerte como para impulsar a una generación entera de directores estadounidenses a mirarse en su espejo y volverlo un ícono o modelo a seguir más o menos declarado. Paul Mazursky hizo de su "Alex in Wonderland" ("El mundo de Alex de 1970) una cita explícita de la relación entre vida y cine que copió de Fellini. Martin Scorsese diseñó a sus antihéroes de "Mean Streets" ("Calles salvajes", de 1973) teniendo presente la estructura por un lado de "Los inútiles", con el sustrato católico de la Italia provinciana y por otro, el monstruo metropolitano la "Roma" estrenada el año anterior. "Adaptation" ("El ladrón de orquídeas, de 2002) y "Quieres ser John Malkovich" (1999), de la dupla formada por Spike Jonze y Charlie Kaufman, son homenajes explícitos al surrealismo visionario que ambos directores leyeron en el imaginario felliniano, en especial en "Ocho y medio".
Vincent Minnelli le pagó su tributo en la representación de la ciudad eterna de "Nina" (1976), mientras que Woody Allen se alineó con trabajos como "Stardust Memories" (1980) en el uso del psicoanálisis como fotografía del yo escindido y Rob Marshall en "Nine" (2009) tomó un éxito de Broadway para recrear un sueño circense a medias entre "Ocho y medio" y "Los Clowns" (1970).
Pero fue Bob Fosse el verdadero heredero y cómplice de Fellini más allá del Atlántico entre "Sweet Charity" (1969) que mira a "Giulietta de los espíritus" (1965), o "Cabaret" (1972) que recupera el eco de "La dolce vita" y una obra maestra como "All that Jazz" (1979), un tributo felliniano en clave musical. Como con justicia señaló acertadamente el historiador estadounidense Peter Bondanella las influencias de este tipo de cosmogonía interior también se sintieron en Europa.
Bergman más de una vez admitió mirarse en el espejo de la trayectoria, tan distinta como paralela, de su amigo Federico. Y Francois Truffaut en "Noche americana" (1973) filmó su respuesta a "Ocho y medio", haciendo el set como simulación de la vida.
En Gran Bretaña, Fellini encontró a un intérprete personal en Peter Greenaway entre la cita en "El cocinero, el ladrón, su mujer y su amante"(1989) y el explícito homenaje de "Ocho mujeres y media" (1999). Mientras que, y no parece una paradoja, el danés Lars von Trier es quien detectó la crueldad secreta del último Fellini en su representación de un mundo en decadencia que extravió coordenadas y parece perder humanidad.
Fellini se mantuvo cerca de Rossellini desde el comienzo del neorrealismo, pero luego se acercó a Alberto Lattuada en su debut como director de "Luces de Variedades"(1951).
Encontró en Lina Wertmuller a una compañera de camino fiel desde "Los basiliscos" que en 1963 refiere en "Los inútiles" de 10 años antes y luego en el deslumbrante realismo de "Pasqualino Siete Bellezas" (1977). Tuvo en Giuseppe Tornatore a un admirador más distanciado, aunque las semejanzas entre "Cinema Paradiso" (1988) y "Amarcord" son deseadas. Y contó con dos herederos similares y opuestos en Matteo Garrone con su nostálgica "Pinocho" en plan de rodaje y Paolo Sorrentino con "La Gran Belleza" (2013) que se manifestó explícito continuador de su modelo.
Por lo demás, Sorrentino se llena de homenajes a Fellini en "Youth" (2015) y "Loro" (2018), en la clave del realismo grotesco que caracterizó al director de "La ciudad de las mujeres" (1980).
Pero el dilema permanece sin resolverse: Fellini se puede citar, se puede ciertamente imitar, pero es casi imposible reproducirlo en su plenitud más allá del cine. Para un director "normal" no resulta fácil acercarse a un genio único y hacer propia su experiencia, más interior que estética.
Fellini fue Italia y el país se reflejó en sus sueños y sus pesadillas. Ettore Scola le hizo el más bello de los homenajes, "Qué extraño llamarse Federico" (2013), y afirmó que con su muerte se corrió un telón, a través del cual hoy solamente se filtran pálidos destellos. (ANSA).

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