Una "Aída" con poco Egipto, concentrada en la confrontación entre los personajes, y lejos de las representaciones que ama el público de Caracalla, abrió anoche la temporada estival del Teatro de la Opera de Roma, en el magnífico escenario de las Termas.
La obra maestra de Giuseppe Verdi fue reinterpretada por Denis Krief con el español Jordi Bernacer en el podio. En la víspera el realizador, que firmó también la iluminación y el vestuario, había dicho que quería resaltar el aspecto íntimo del caso, dejando en segundo plano los momentos circunstanciales y olvidando definitivamente "la parte más folklórica y circense" de los espectáculos del pasado.
Así fue, con una escenografía medida en la que operarios en negro se mueven entre los cantantes y extras para desplazar, en el cambio de escena, dos grandes paralelepípedos y la pirámide dorada que será la tumba de Aída y su Radamés.
Al final la platea reservó aplausos contenidos al director y el elenco, con más energía para Judit Katasy, una convincente Amneris, y Vittoria Yeo (Aída). En la nueva puesta de la ópera, que vuelve a Caracalla después de ocho años, el Egipto de los faraones solo es evocado, virtual. Lo estático de la acción y los trajes, sin los excesos de la tradición, contribuyen a la ambientación en suspenso del drama.
Krief introdujo aquí y allá "elementos de perturbación": si el Radamés de Alfred Kim en el primer acto enarbola con raro efecto una bandera como un héroe del Risorgimento -una de las "maravillosas incoherencias" verdianas que el realizador quiso mantener, las tumbas egipcias de la marcha triunfal fueron confiadas a seis músicos en frac, mientras el rey la reina asisten a los movimientos de la masa desde el palco de honor de un teatro decimonónico.
La escena misma del triunfo, con todos los personajes, el coro y el cuerpo de baile en el escenario, evita ceder al énfasis. Pero todo cambia en el tercer acto, y los espacios en torno a los protagonistas se restringen. El dueto entre Amonasro y Aída y el descubrimiento del engaño encienden el ritmo del enfrentamiento entre los personajes.
Amneris, la hija del rey egipcio que ama a Radamés sin ser correspondida, ocupa la escena del cuarto acto en un intento de convencerlo de salvarse renunciando a Aída.
Sobre todo flota la música de Verdi, que guía a los personajes hacia su destino. Pero si Aída puede decidir morir junto a su hombre, Amneris no tiene elección, condenada a vivir en el dolor su sueño de amor terminado en pedazos.
El espectáculo tendrá nueve réplicas, hasta el 3 de agosto, con dos elentos alternados: Vittoria Yeo y Serena Farnocchia (Aída), Judit Kutasi y Silvia Beltrami (Amneris), Alfred Kim y Diego Cavazzin (Radamés); Gabriele Sagona (el rey); Marco Caria y Adrii Ganchuk (Amonasro); Adrian Sampetrean y Alessio Cacciamani (Ramfis). (ANSA).