Italia celebra el centenario de uno de sus nombres más reconocidos en el mundo: el cineasta Franco Zeffirelli, fallecido en 2019, quien este domingo habría cumplido 100 años.
Con motivo de la fecha, el país organizó una serie de iniciativas en honor al gran creador, comenzando por su ciudad natal, Florencia, donde el mirador de la Piazza Michelangelo recibió su nombre en una ceremonia que contó con el sobrevuelo de 10 aviones Frecce Tricolori y con la presencia del viceprimer ministro de Italia, Matteo Salvini y otras 500 personas.
El lugar ofrece una vista privilegiada del centro histórico de la ciudad y fue inaugurado luego de un homenaje a la tumba de Zeffirelli, en el cementerio Porte Sante.
"Zeffirelli fue un gran italiano, no siempre honrado y reconocido en vida como otra gran florentina, Oriana Fallaci", dijo Salvini, y agregó que se sentía "feliz de que, aunque sea con retraso, esta extraordinaria ciudad rinda homenaje a uno de los más grandes hombres de la cultura en el mundo".
Hijo ilegítimo del comerciante de telas Ottorino Corsi -pariente de los herederos de Leonardo Da Vinci- y de la florentina Alaide Garosi Cipriani, el pequeño Gian Franco fue inscrito en el registro civil con un "nombre imaginario", según las leyes de la época (1923 , el primer año del fascista).
Según el artista, su madre decía que su nombre ya era una premonición porque ella, que adoraba a Mozart, a falta del apellido de su padre, quería llamarlo por los personajes de Idomeneo, Zeffiretti, pero el funcionario hizo una error y anotó "Zeffirelli".
Poco después, de niño, sufrió la muerte de su madre, y acabó creciendo en un internado con tutores licenciados, como Giorgio La Pira, egresado de la Academia de Bellas Artes. Tras una infancia difícil y una juventud marcada por la Segunda Guerra Mundial, el italiano estudió en la Academia Florentina de Bellas Artes e inmediatamente cobró protagonismo, atrayendo la atención de Luchino Visconti, que quiso que lo acompañara en la puesta en escena de "Troilo e Crésida", de William Shakespeare.
Así nació una sociedad artística, humana y sentimental que marcaría toda la vida del joven toscano. Con Francesco Rosi, descubrió el cine rodando "La terra trema" (1948) y "Senso" (1954) como ayudante de producción, asistió a Cinecittà y luego debutó, con el apoyo del "maestro", como director en "Camping (1957). En ese momento, sin embargo, ya era una autoridad en el mundo del teatro y la ópera, gracias a numerosas producciones firmadas, como escenógrafo, figurinista y director, desde principios de los años 50.
El Teatro Alla Scala era su refugio, un templo al que siempre se mantuvo fiel, a pesar de los éxitos cosechados en los teatros más famosos del mundo, desde Londres hasta Nueva York, desde Rusia hasta la Arena de Verona. Luchando durante mucho tiempo en casa por sus convicciones políticas (liberal antifascista, pero también ferozmente anticomunista) y religiosas (católico intransigente a pesar de una homosexualidad nunca ocultada y, de paso, inspirada en la cultura grecorromana), Zeffirelli nunca tuvo una vida fácil en Italia, a diferencia de sus aclamados éxitos en el mundo.
Por lo 0tanto, es difícil releer hoy su parábola artística sin tener en cuenta los prejuicios -pero también la crítica objetiva- que a menudo acompañaron su obra, especialmente en el cine. Su dominio de las adaptaciones de Shakespeare, desde "La fierecilla domada" hasta la obra maestra "Romeo y Julieta" (sobre la que Olivia Hussey y Leonard Withing, los actores que fueron estrellas en la adolescencia, demandaron recientemente a Paramount), incluso el sombríos "Otelo" y "Hamlet", mientras que el recelo por su estilo se mantiene para otras obras de indiscutible elegancia formal, como las autobiográficas "Té con Mussolini", "Jane Eyre" o las más crepusculares "Callas Forever", con las que decía adiós en 2002.
Tan indiscutible como holográfico es el éxito televisivo "Jesús de Nazaret", que fue presentado mundialmente en 1977 y marca su familiaridad con el espacio televisivo. Su veta espiritual también encontró consuelo en otro de sus mayores logros cinematográficos, "Brother Sun, Sister Moon" de 1972, inspirada en la vida de San Francisco de Asís.
Por el contrario, la vida que vivía en los templos de la gran ópera era una vida de triunfo sin discusión, con puestas en escena -en gran parte románticas, a menudo verdianas- regularmente retomadas por los grandes teatros, con especial preferencia por Londres. Allí obtuvo su primer estreno internacional y la gran aclamación con la puesta en escena de "Romeo y Julieta" en la década de 1950. Pero también brilló en Nueva York.
Al final de su vida, todavía firmó un memorable "Rigoletto" para la Opera de Omán y una impactante "Traviata" a la que no pudo asistir, pues falleció pocos días antes del estreno, el 15 de junio de 2019. Con una mirada optimista a pesar de su educación ejemplar anglosajona, ferviente hincha de fútbol de "su" Fiorentina, parlamentario por la conservadora Forza Italia (FI) de 1994 a 2001, amigo personal de Silvio Berlusconi, quien fue su benefactor manteniendo toda su vida su villa en Via Appia, Franco Zeffirelli sigue siendo en todo y para todo un descendiente ejemplar del mejor estilo toscano. Es decir impetuoso, provocador, a veces brillante, inconformista al punto de autolesionarse. El museo de Florencia que hoy contiene los tesoros de su colección y su parábola artística sigue siendo un raro ejemplo de cultura "renacentista", quizás fuera de tiempo, pero fascinante.
En vida adoptó dos hijos, Francesco "Pippo", que hoy conserva su memoria, y Luciano. El cine italiano lo honró con cinco premios "David di Donatello", mientras que Inglaterra lo hizo, a instancias de la reina Isabel II, comandante del Imperio Británico en 2004. Se puede decir que "pocos amaban Italia y su cultura como él, y que pocos han sido ensalzados e insultados como él". (ANSA).