Una delicada crisis, calificada por ella, Dilma Rouseff, de golpe de Estado que estalló a pocos meses de la inauguración. La convulsión política que tuvo su réplica en la calle, con protestas de partidarios y detractores.
Y sobre todo de unos ciudadanos muy castigados por la recesión que vive el país desde hace dos años. La puntilla la ha dado el virus del 'Zika', ante el que más de un deportista ha dicho que renuncia a competir, por temor al contagio, reseña Telecinco.
Además, a dos semanas de la inauguración preocupan algunas infraestructuras, además de la contaminación de las aguas de donde se van a celebrar los deportes acuáticos.
A todo ello, hay que sumar también la sempiterna inseguridad asociada a la capital brasileña.