“Ka’aguy kupépe”, se cuenta que le dijo la Virgen al asustado indígena, que significa “detrás de la yerba” en guaraní, idioma oficial en Paraguay junto al español.
Le señaló entonces una plantación de yerba mate, donde pudo esconderse tras un gran tronco mientras sus enemigos pasaban de largo.
El mito provocó que el lugar empezara a ser conocido como Caacupé y se convirtiera en foco de peregrinación de multitud de paraguayos que creen en las propiedades milagrosas que manan de una de las fuentes junto al santuario.
“La gente necesita una conexión con los milagros para que le ayuden a tener una esperanza, y por eso peregrina a Caacupé, pero también por la devoción a la Virgen y por la fuerza de la religiosidad popular”, dijo a Efe Oscar González, vicario general de la Archidiócesis de Asunción.
La imagen de la Virgen de Caacupé es por tanto un símbolo del catolicismo autóctono, como demuestra su presencia en los hogares de muchos de los emigrantes paraguayos desplazados a otros países.
Se puede comprobar en Argentina, donde viven miles de paraguayos, en su mayoría concentrados en Buenos Aires, y donde el papa Francisco, en sus tiempos de cardenal de esa ciudad, rindió varias veces tributo a la Virgen de Caacupé.
Ya como papa, Francisco ha establecido una analogía entre la Virgen de Caacupé y la mujer paraguaya, a quien ha alabado en repetidas ocasiones por el papel que jugó al finalizar la Guerra de la Triple Alianza (1865-1870).
Durante esa contienda, que enfrentó a los paraguayos con la alianza formada por Argentina, Brasil y Uruguay, Paraguay perdió a cerca de la mitad de la población, quedando una relación de cuatro mujeres por cada hombre, según los cálculos más aceptados por los historiadores.
“Ustedes saben que en toda América la mujer paraguaya es la más gloriosa, y no porque haya estudiado más que otras. Supo asumir un país derrotado por la injusticia y los intereses internacionales, y ante esa derrota llevó adelante la Patria, la lengua y la fe”, dijo el papa en 2010, siendo cardenal de Buenos Aires.
En ese contexto, la Conferencia Episcopal trabaja sobre la base de que el 11 de julio habrá cerca de un millón de personas en Caacupé, en su mayoría apostadas en los seis kilómetros que separan el lugar llamado Cruz del Peregrino del santuario, distancia que Francisco recorrerá en papamóvil.
Posteriormente celebrará una misa en el santuario, cuya explanada estará repleta de fieles, muchos de los cuales acudirán desde la víspera para asegurarse una buena panorámica del acto.
La comisión encargada de la visita reconoce que se producirán grandes atascos de tráfico y cuellos de botella que aislarán la ciudad durante las horas previas a la llegada y la salida del papa, quien tras la misa regresará a Asunción para continuar con su programa.
El obispo de Caacupé, Claudio Giménez, fue aún más ilustrativo a primeros de junio, cuando declaró que la zona del santuario será “una lata de sardinas” durante la visita de Francisco. EFE