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La número uno del ranking WTA se impuso a la estadounidense Sloane Stephens por 3-6, 6-4 y 6-1, en un duelo que remontó tras un comienzo complicado, y festejó con lágrimas la conquista de un título que se le había negado en 2014 y 2017.
Llanto que reflejó el desahogo por la tensión contenida en un partido que parecía írsele de las manos y que recuperó con garra y con un corazón de campeona, sacudiéndose de paso el estigma de no haber podido conquistar nunca antes un "Major".
"No quería volver a vivir lo que me tocó vivir años atrás porque llevaba años soñando con este momento", comentó la flamante reina del Abierto de Francia, quien a los 27 años finalmente pudo darse el gusto.
"Estoy muy feliz de haber podido cumplir con el sueño que tenía desde que empecé a jugar al tenis y aquí, en París, en mi cancha favorita", completó la rumana que agradeció "el gran apoyo brindado por este público fabuloso".
Halep emuló hoy a su compatriota Virginia Ruzici, campeona en Roland Garros hace exactamente cuatro décadas, gracias a un espíritu que le permitió sacudirse el trauma de las pasadas frustraciones.
Y lo hizo cuando la historia parecía encaminarse hacia una repetición de ese pasado doloroso, con una sensación de "dejá vu" inevitable al cabo de un primer parcial que la estadounidense cerró con autoridad.
Stephens, de 25 años, no tenía la presión de Halep pues se había adjudicado su primer título grande en el último US Open y llegó a estar 2-0 arriba en el segundo set ante una rival que lucía desconcertada.
Fue allí que apareció en escena la garra de la rumana, que logró emparejar el parcial en cuatro y terminó llevándoselo por 6-4. Después fue casi un monólogo, pues la vencedora nunca detuvo su marcha y llegó a ponerse 5-0 en el definitivo.
Stephens sólo pudo recuperar un juego con su servicio, pero ya era tarde. No hubo forma de impedir que Halep se abrazara al título como lo hiciera minutos después con sus familiares y allegados luego de treparse literalmente a las gradas.
Una escena que permanecerá sin dudas por siempre en la memoria de una número uno que logró sacarse la espina y, de paso, sacó chapa de grande en su tercer intento en Roland Garros, cuarto tras la final perdida en Australia.
El trofeo Suzanne-Lenglen finalmente quedó en sus manos después de casi dos horas de batalla en el estadio Philippe-Chatrier, que la aplaudió de pie y compartió una emoción que esperó por mucho tiempo.
"Si mo na, Si mo na", repetía a coro un público que la alentó como queriendo empujarla a la conquista de un trono que finalmente le pertenece, al igual que el primado del ranking femenino que también estaba en juego.
Las derrotas con la rusa Maria Sharapova en la final de 2014 y frente a la letona Jelena Ostapenko (que se despidió este año en el estreno) en 2017, finalmente son cosas del pasado. Halep es la nueva reina de Roland Garros.
Mañana, el torneo masculino podría repetir campeón, pues el defensor del título y número uno del mundo, Rafael Nadal, buscará su undécima consagración en el torneo que ganó por primera vez en 2005, ante el austríaco Dominic Thiem.
Si bien el español es amplio favorito, Thiem, octavo del ranking ATP, tiene motivos para soñar pues fue el único capaz de derrotarlo este año en polvo de ladrillo, la superficie en la que Nadal se mueve como pez en el agua.
Para el ibérico, además de la corona, estará en juego el primado del ranking, que en caso de derrota volvería a manos del suizo Roger Federer, único como él que fue capaz de jugar 11 finales de un mismo Grand Slam (en su caso en Wimbledon).
Para Thiem, que siempre lo enfrentó en arcilla (le ganó en tres ocasiones y perdió en seis), se abre la posibilidad de alzar también su primer título "Major" e igualar a su compatriota Thomas Muster, campeón en Francia en 1995.
Halep le dio hoy un motivo más para creer que se puede. (ANSA).
