Nueva York - Hace cien años, el 3 de abril de 1924 en Omaha, Nebraska, nació el tercer hijo del fabricante de pesticidas y productos químicos Marlon Brando Senior.
El niño tenía el mismo nombre que su padre a quien odió durante toda su infancia; para destacar se hizo llamar Bud, hasta hacerse famoso con el nombre de Marlon Brando, borrando así la memoria de su padre.
El hijo, sin embargo, consideraba a su madre Dorothy su musa y su mayor amor, hasta el punto de admitir que sólo actuaba para ganarse la consideración de "su" Dorothy.
Por las venas de la familia Brandau (este es el apellido original de un tal Johan Wilhelm que llegó a América en busca de fortuna en el siglo XVIII) corría sangre alemana, pero también inglesa, francesa y holandesa.
Por tanto, la futura estrella tenía en sí todos los cromosomas de la joven nación y la determinación de los pioneros. Criado entre California, Illinois y Minnesota (donde fue expulsado de la academia militar), Brando llegó a Nueva York en 1943 y se matriculó en los cursos de interpretación de Stella Adler en el Dramatic Workshop de Erwin Piscator, donde quedó impresionado por el Método Stanislavskij, entonces refinado en el Actors Studio de Lee Strasberg.
Apenas un año después, Marlon debutó en Broadway en la comedia "I Remember Mama" y, apenas terminada la guerra, se confirmó en "A Flag is Born" de Ben Hecht. También en política ya tenía las ideas muy claras (para apoyar al naciente Estado de Israel se comprometió a trabajar con un salario mínimo) y amaba el teatro, como lo confirma su éxito personal en "Un tranvía llamado deseo" de Tennessee Williams.
El paso al cine fue corto y en 1951 Elia Kazan lo quiso para la versión hollywoodense de la comedia. Con físico atlético, mirada magnética, bombeo de testosterona, Brando se convirtió en una estrella. Al fin y al cabo, ya había demostrado su maníaca versatilidad en "My Body Belongs to You" de Fred Zinnemann, interpretando a un veterano parapléjico que padecía graves trastornos depresivos.
Nacía entonces el mito del actor "Actors Studio", que pone todo el énfasis en la credibilidad física del personaje y en la adherencia obsesiva a la dimensión psicológica del mismo.
Gracias al "estilo Brando" toda una generación de actores tuvo éxito, desde Paul Newman hasta Gene Hackman.
Siguieron papeles que se volvieron icónicos en su carrera, desde "Viva Zapata" hasta "Julio César" (en el que destaca en el papel de Marco Antonio) y "El Salvaje" (chaqueta de cuero y motocicleta en exhibición).
En 1954 ya contaba con tres nominaciones al Oscar, objetivo que consiguió en el 56 con "On the Waterfront" junto a Rod Steiger. De nuevo dirigido por Kazan, interpreta al estibador y exboxeador Terry Malloy, obligado por su hermano a amañar un partido. Regresó al teatro por última vez con "Arms and the Man" de G.B. Shaw, abrazó definitivamente Hollywood, convirtiéndose en su protagonista indiscutible y pendenciero, un poderoso gobernante del cine estadounidense de los años 50 y 60.
Si se mira más de cerca, a pesar del ostentoso perfeccionismo y el éxito constante, las películas posteriores no se encuentran entre las más bellas de la historia del cine: en "Desirée" Brando construyó un Napoleón improbable a su imagen y semejanza, en "Guys and Dolls" se probó sin gran convicción en el canto y el baile, en "Sayonara" (10 nominaciones) y en "The Young Lions" sólo fue profesional, en "Snake Skin" trabajó sobre todo en la neurosis y la depresión.
Sin embargo, ahora era un modelo indiscutible y una garantía de éxito, confirmado en 1962 por el triunfo de "Mutiny on the Bounty" a pesar de no todas las críticas benévolas. En ese set conoció poco después a la tahitiana Tarita Teriipia con quien se casó poco después.
Su compromiso civil junto a los trabajadores en la Marcha sobre Washington de 1963, su carácter irascible y temperamental, los rumores sobre su bisexualidad (como en el caso de su relación atormentada con James Dean, que lo idolatraba) lo hicieron cada vez menos querido por los estudios.
Tampoco una serie de fracasos como su única dirección (el western "Las dos caras de la venganza" brutalmente masacrado por la producción) o la bella "La caza" de Arthur Penn, disputada por su denuncia contra el racismo.
Tras el estrepitoso fracaso de "La condesa de Hong Kong" dirigida por Charlie Chaplin en 1967, su decadencia parecía imparable. Envalentonado, deprimido, encerrado en su retiro en Tahití, Marlon Brando parecía acabado para siempre. El cine italiano acudió en su ayuda con "Queimada" de Gillo Pontecorvo (ahora redescubierta como obra de culto) y "El último tango en París" de Bernardo Bertolucci, al que Brando también acusó de manipulación hasta una laboriosa reconciliación en los años 90.
Fue precisamente el carisma construido en él por el cine europeo lo que convenció a Francis Ford Coppola de luchar contra la Paramount para que interpretara el papel de Don Vito Corleone en "El Padrino". El resultado fue el Oscar al mejor actor en 1973. Su aparición en el escenario, contra la voz clara y ronca y las mejillas caídas (obtenidas con un algodón en la boca), un simple gesto de la mano y la movilidad controlada de la mirada, siguen siendo un valor insuperable de lección interpretativa.
Sin embargo, "El Padrino" parecía ser su canto de cisne: todo lo que siguió fueron apariencias de puro interés "alimentario", dolor privado (el suicidio de su hija Cheyenne) y enojo público (la no asistencia a la ceremonia de los Oscar en solidaridad con los nativos estadounidenses), hasta su espectacular resurrección como el coronel Kurtz en "Apocalypse Now", nuevamente con Coppola en la dirección.
Luego, en un vórtice autodestructivo, Marlon Brando se arrastró hasta la muerte por enfisema pulmonar el 1 de julio de 2004.
A pesar de sus numerosos amores (cuatro compañeras oficiales, 11 hijos, innumerables amantes femeninas y masculinos), sus vertiginosos ascensos a la gloria y sus sensacionales choques, aún hoy nada le quita valor a su ícono de potencia física, destreza técnica y personalidad artística desbordante.
Por eso es quizás la única estrella del viejo Hollywood cuyos carteles todavía destacan en las habitaciones de los adolescentes y su mito le sobrevive. (ANSA).