El teatro Colón de Buenos Aires "es mágico, hay una energía única, difícil de explicar, por el espacio y por la gente, tan participativa y cálida, que te transmite tanto", afirma la mezzosoprano italiana Annalisa Stroppa, que ensaya para su próxima tercera presentación en ese "templo" de la ópera, y confiesa amar al público argentino y al Papa Francisco.
"Yo me recuerdo que era pequeña, en 2012, y entré al Colón para actuar, no podía ni hablar.
Caía sobre mí una energía positiva, bella, pensar en los notables que pasaron por ese escenario, su acústica perfecta", desliza al evocar su debut en Argentina en el rol de Cherubino en "I due Figaro", de Saverio Mercadante.
Un poco más experimentada, regresó a Buenos Aires en 2018 con su Adalgisa de la ópera "Norma", de Vicenzo Bellini.
Y ahora, Stroppa, una de las mezzosopranos más importantes del panorama lírico internacional, vuelve en la piel de Charlotte de "Werther", del francés Jules Massenet.
"Cuando me propusieron volver al Colón ni lo dudé, conquistó mi alma", cuenta a ANSA, aunque ahora llega consagrada y con un recorrido por numerosos escenarios del mundo.
"Charlotte es un personaje maravilloso, intenso", reflexiona luego y revela que le permite expresarse "completamente" como artista, "tanto a nivel vocal como interpretativo".
"La ópera de Massenet posee un encanto extraordinario; canta el dolor del poeta Werther, creado por Goethe, con una capacidad impresionante para conmover, con refinamiento y profunda emoción", detalla, pero también, desde el Romanticismo a hoy, mantiene actualidad, porque "es la mujer en la tensión entre el mandato y sus deseos", "entre lo que debe ser y lo que anhela".
Stroppa actuará en el Coliseo el 24, 27 y 29 de agosto y el 2 de septiembre, con dirección de escena del argentino Rubén Szuchmacher y musical del maestro español Ramón Tebar al frente de la Orquesta Estable del Colón.
Compartirá escenario con el tenor francés Jean-Francois Borras (Werther), Jaquelina Livieri (Sophie) y Alfonso Mujica (Albert), entre otros.
No solo profesionalidad y dedicación, paciencia y mesura también parecen iluminar la carrera de esta italiana, siempre amable y sonriente. "La voz madura crece con nosotros, con nuestro físico -indica-; también, a medida que cantas, madura; y cambia con el tiempo. Hay que cuidarla mucho, incluso con el tipo de repertorio, aceptar lo que nuestra voz puede hacer", insiste.
"Se trata de hacer una carrera sana y larga. A veces, se busca hacer roles porque la voz potencialmente puede hacerlos.
Pero exigirla es muy peligroso", acota, aferrada a los consejos de su primera profesora, en Brescia -donde nació-, que la retuvo mucho, antes de enviarla al ruedo. "Y fueron años, solfeo, piano, conocimientos, capacitación, recién después exponer la voz", rememora Ser cantante lírica implica "una vida sacrificada", subraya, pero la celebra porque "la música es mi vida" y cada actuación, aun con sus miedos escénicos, es "una celebración".
"Lo que te entrega la ópera es tanto, que vale la pena, claro", completa. "Somos divas solo en el escenario, un rato.
Pero, en la vida, nunca lo seré", ha dicho en varias entrevistas.
Sincera y en tren de revelaciones, asume otra cercanía con Argentina. "Soy católica practicante, creo en Dios y me ayuda mucho. Amé al papa Francisco, fue un gran revolucionario", comenta la "mezzo" italiana y revela: "Antes de venir a la Buenos Aires, pasé por la Embajada argentina en Roma. Está muy cerca de Santa Maria Maggiore, donde descansa Francisco. Fui a saludarle y le dije:`Voy a tu tierra, si quieres dame tu bendición..." "Cada vez que subo el escenario para mí es un gran regalo, porque es algo especial que no esperaba de hacer", concluye con sencillez, antes de perderse en el sol tibio del invierno austral, rumbo al Colón, a otra tarde de exigente ensayo antes del estreno. Ansa

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