“Lo oí esta mañana. Me levanté y dije ¿es verdad? Porque esa misma noticia la hemos oído durante años. Entonces me dije: “Tenemos que celebrarlo. Tenemos que abrir una botella de champán”, dice Maggie Pérez, una chica joven que emana entusiasmo.
Más allá de la muerte de Fidel Castro, el anciano de 90 años, lo que muchos festejan aquí es la desaparición de un símbolo.
“Mi reacción ha sido de alegría por mis abuelos. Ellos nos contaron todo lo que sufrieron y lucharon en sus vidas, y cómo Fidel Castro simbolizó ese sufrimiento. Así que su muerte representa, en esencia, el final de ese dolor”, explica George Pérez.
“No estoy aquí para celebrar la muerte de un hombre, sino para celebrar el comienzo del fin de una tiranía que ha oprimido a mi pueblo”, afirma Pedro Guerra, con una bandera cubana en las manos.
“Me sentiré feliz cuando el sistema caiga. No por la muerte de Castro u otra persona, cuando Cuba sea libre. Entonces seré feliz”, afirma Felipe Sáenz, que llegó a Estados Unidos con 16 años y lleva más de medio siglo alejado de su país de origen.
En la Pequeña Habana, el fallecimiento de Castro ha hecho resurgir las historias de exilio, de muertes, de familias rotas y persecuciones, pero, sobre todo, ha sido un día para la esperanza. (Euronews)