ANNO XIX Febbraio 2025.  Direttore Umberto Calabrese

Martedì, 16 Maggio 2017 09:26

Cambiar esquemas, ser tolerantes…

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La intolerancia tiene que ver con la no aceptación del prójimo con cualquier excusa: religión, orientación sexual, color de la piel, estatura, condición socio-económica-cultural, entre otras cosas. Somos intolerantes cuando por nuestra limitada percepción no vemos la divinidad en el otro. Si queremos exterminar, eliminar, agredir a otro ser humano buscamos una excusa irracional para justificar nuestra acción. Esa conducta refleja el lado oscuro del hombre, mientras más tolerantes seamos, más crece nuestro espíritu, estamos menos atados a lo material.

El mundo está convulsionado con tantas guerras, crímenes, atrocidades debido a la intolerancia de la gente que se cree superior a los demás, una especie de Dios castigador para decidir sobre la vida de los otros. Sin considerar que esta es la mayor ofensa que se le puede hacer a Dios: intervenir en su creación. Si Él es compasivo, misericordioso, amoroso, entonces ¿por qué los humanos somos crueles e implacables? ¿Por qué juzgamos y condenamos al otro? ¿Por qué carecemos de empatía?

Si alguien nos critica, agrede, nos roba, mata a un ser cercano, se nos acaba el discurso sobre los derechos humanos, deseamos lo peor para quien nos causó dolor: su muerte, la condena, el sufrimiento. Sale a flote nuestra oscuridad. Es allí donde está el meollo del asunto: perdonar y desprendernos de nuestro yo, del egoísmo que nos ata, para trascender y entender al prójimo. Ese ser que nos dañó es una persona, tiene una carga muy pesada que no ha podido resolver, es un ser agresivo, duro, inconsciente, que responde a sus instintos porque no ha crecido ni personal ni espiritualmente.

¿Qué pasó si Dios lo hizo a su imagen y semejanza? El hombre en el camino de la vida se corrompió, igual le pasó a ese ser quien nos hizo daño, en su infancia, o adolescencia, las personas que debían guiarlo, protegerlo o darle amor no lo hicieron y lo modelaron para que siguiera un camino oscuro y se apartara de la luz. Simplemente, es un ser perdido en los placeres del mundo, atado a lo material, un ser sin censura interna que le indique el camino del bien y del mal. Está transitando el camino amplio, disipado, sin razonar que el daño que le hace al otro, regresará multiplicado. Entonces, es un ser sin consciencia del todo, no se ha percatado que forma parte de la totalidad y que su comportamiento positivo o negativo no sólo lo ayuda o lo condena a él, sino a la humanidad completa.

Si comprendemos esto, entonces debemos demostrar compasión hacia los que no tienen evolución y perdonarlos, aceptarlos o ayudarlos en caso que nos lo soliciten.

Ahora, ¿Cómo ser tolerantes? ¿Cómo remediar este mal? Trabajando mucho sobre nuestra parte oscura para ir por el camino del bien, dominar esos demonios que nos hacen caer en tentación de los placeres del mundo cada día. Librar una batalla, algunas veces más fuerte, otras, más suave, ver al otro como a Dios mismo, porque fue hecho igual que nosotros. Para tolerar a otro debo desprenderme de mi yo, eliminar el ego, para aceptar a las demás personas tal como son, sin reparos, sin evaluación, con todo el amor que Dios me ha dado.

No es un acto fácil, tampoco imposible. Fuimos creados para actuar con libre albedrio y es esa fuerza la que debemos usar siempre, eligiendo el camino del bien, el camino estrecho para pasar, porque el amplio nos lleva a la perdición. La vía amplia tiene que ver con los placeres, cuando nos atamos al cuerpo, la percepción, lo material y nos olvidamos lo espiritual. Si cultivamos ese lado de luz que todos poseemos y que muchas veces olvidamos, entonces estamos en el camino correcto: buscar los tesoros del cielo es la misión más importante que tenemos, los tesoros terrestres se quedan aquí porque no son nuestros, son prestados.

El hombre a través de la historia ha demostrado su talente de guerrero, impulsivo, su fuerza y egoísmo, causando peleas, confrontaciones, matanzas, atrocidades una peor que otra. Recordemos a Hitler quien es el vivo ejemplo de maldad y de apego a la carne, igualmente a los romanos en su conquista, a los españoles, portugueses y otros países  con la colonización de América, África… Esas son heridas y cicatrices que quedan en las células de todos los oprimidos, por lo tanto, hacen mella en su personalidad, aunque hayan pasado siglos de esas atrocidades. Entonces, debemos reflexionar sobre esos hechos, no para condenarlos sino para superarlos y ser mejores personas, sin odio ni rencor.

Por otra parte, cada conducta tiene una consecuencia. Todo lo que se lanza regresa con más fuerza, por lo tanto, debemos comenzar por ver a las personas como seres iguales que nosotros, independientemente de dónde viven, cuál es su cultura, cómo se comportan, cuál su color de piel, porque son creaciones divinas igual que nosotros.

También ver de esa manera a todas las especies tanto animales, como vegetales y minerales. Ellos, son seres vivos, con derechos de ocupar un espacio y un tiempo, si están con nosotros es porque los necesitamos a todos, tanto los que nos benefician, como los que no lo hacen. Somos parte del todo. Esta sencilla enseñanza puede ser la esperanza para hallar la cordura en medio de este mundo loco por el materialismo. Estar integrado, encajar a la perfección con el medio, incluyendo a los otros seres es la clave de la convivencia. Creer que tenemos una sangre diferente, unas ideas más evolucionadas que los demás, nos impide ver al otro como igual.

Sira Vargas de Biheller.

 

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