ANNO XVIII Aprile 2024.  Direttore Umberto Calabrese

Mercoledì, 17 Maggio 2017 11:24

La conversión es un proceso interno

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El hombre ha experimentado desde su aparición en la tierra, un proceso lento y gradual de evolución. Si revisamos la historia nos damos cuenta que ha ido paso a paso conociéndose internamente. De manera más rápida ha hecho hallazgos en el área externa. El desarrollo de la ciencia y la tecnología ha ido extendiéndose por etapas. Cada época va signada por hechos científicos, avances en todas las áreas: medicina, física, comunicación, para citar sólo tres.

En la organización social también ha tenido cambios graduales, pasó de vivir disperso a agruparse formando parte de clanes, tribus y finalmente de las familias que observamos hoy en día.

En la parte espiritual ha estado muy rezagado, ha ido conociendo y con ello ha logrado pequeños avances. Por ello, observamos en este momento sociedades altamente tecnificadas, con avances científicos y tecnológicos muy avanzados y simultáneamente, mucha oscuridad en el espíritu de millones de sus habitantes, al punto que no es compatible el análisis o la comparación de ambos campos: el externo y el interno. ¿Por qué no avanzamos en lo que es realmente importante? ¿Por qué se le da tanta importancia a lo científico-tecnológico en detrimento de lo espiritual? Los teléfonos inteligentes de esta época, son pequeñas computadoras en manos inexpertas y hasta los niños poseen por lo menos uno.

No comprendemos cómo un hombre altamente civilizado ha logrados tan grandes monumentos, el dominio del espacio, sin que sus congéneres lleguen a la más elemental de las normas básicas de convivencia: el respeto al otro.

Empezaremos por allí. Respetar al prójimo no significa amarlo, ahora, cuando se da ese paso, muchos otros se pueden lograr: la compasión, el amor, la ayuda mutua entre otros. El ser humano no puede llegar a tener esta denominación hasta que logre doblegar sus instintos. Si avanza en este paso, pasa de irracional a racional. Asimismo, cuando se deja llevar por sus bajas pasiones, cuando no puede controlar sus apetencias, es un animal vestido. Por ejemplo, puedo querer tener coito, sin embargo, debo hacerlo en un sitio adecuado, con una pareja que me ame y respete, que también esté receptiva para este acto, entre otras cosas. El sexo es la conducta más racional que debemos demostrar, puesto que trae muchas consecuencias para la vida, sin embargo es la conducta que se da de manera más instintiva.

Por otro lado, No se trata de eliminar aquello que nos permite sobrevivir, sino de canalizarlos, reconducirlos para usar esa energía de manera positiva. Ningún instinto es negativo, sólo que debemos usarlos de manera apropiada. Es un trabajo duro, diario, constante, sistemático podría decirse, porque conlleva la auto reflexión, la auto observación y el accionar para ir cambiando.

Hay personas que llegan al planeta con evolución espiritual, que no necesitan ver los ejemplos en los otros, ni sufrir tribulaciones para aprender, sin embargo, la gran mayoría aprendemos luego de tropezar varias veces con el mismo obstáculo. Por ello, la necesidad del trabajo interno diario. Una simple revisión de todas mis acciones antes de acostarse, tanto las buenas como las malas, sería suficiente para darme cuenta de dónde debo enfocar ese trabajo. Si no fui generoso con el prójimo, tratar de ver cómo logro desprenderme de lo material, si dije palabras ofensivas a otro, revisar qué molestias tengo conmigo mismo que me obliga a lanzar basura a los demás, porque debo tener mucha basura interna. Poco a poco nos vamos sujetando a las leyes naturales. No es necesario ser erudito, estudiar para reflexionar sobre nuestras palabras, pensamientos y acciones. Estos tres elementos conforman la triada que nos ata o nos desata.

No basta exhibir las características de un ser humano: caminar erguido y hablar, es necesario e indispensable demostrar que lo somos. La conversión de seres inferiores a evolucionados es un proceso individual, nadie puede ayudarnos efectivamente en dicho trabajo. Las iglesias de cualquier orientación jamás podrán convertir a alguien, si esa persona no se percata que ser cristiano es una forma de vida, una filosofía, que se predica no solo con la palabra sino con el ejemplo.

Ser cristiano es ser humano y ser humano es una tarea difícil, porque no podemos hacer lo que deseamos sino aquello que nos permita crecer espiritualmente. Repito que lo básico que necesitamos es controlar los instintos. Si no los controlamos somos animales. Hay muchos caminando por las calles, conviviendo en trabajos, urbanizaciones, clubes y demás sitios de concentración, haciéndose pasar por personas. Lo más grave del asunto es que se reproducen, tienen hijos a quienes les permiten también hacer lo que les venga en gana y hacerles daño a otros.

Entonces, las ciudades van creciendo en conflictos, violencia y caos. ¿Podríamos considerarnos avanzados? No…somos seres primitivos, atados a los placeres de los sentidos. Simples esclavos de nosotros mismos. Entre más grandes sean las ciudades más conflictos humanos se presentan, tantos, que son incontenibles, van creciendo de manera exponencial. No basta contratar policías ni construir cárceles más grandes, no caben allí los problemas.

En las escuelas se esmeran para que conozcamos ciencias que no contribuyen a nuestra formación espiritual. Deben enseñarnos a revisarnos internamente, a trabajar para crecer espiritualmente, ese es la verdadera enseñanza que necesitamos. Tanto la familia, la escuela y la sociedad están en la obligación a formarnos en ese sentido.

Cuando conocemos y acatamos las leyes de la naturaleza, vamos creciendo espiritualmente. Las necesidades del cuerpo son importantes: comida, agua, vestido apropiado, sin embargo, las necesidades del espíritu son mucho más necesarias: apreciar la belleza del paisaje, respirar el aire del mar, contemplar la lluvia, unirnos a Creador en oración, centrar nuestra respiración en el todo, eliminar pensamientos de la mente… Recordemos las palabras del Apóstol Pablo: “hagamos tesoros para el cielo porque los de la tierra se corrompen”

Venimos al mundo, estamos aquí para crecer, para aprender a amar. No se trata del amor carnal, el sexo ni nada por el estilo, se trata de amar e integrarnos al todo, a la creación.

Si somos uno con el Padre creador, con la naturaleza, nos percatamos de nuestra fuerza, importancia y misión. Es esa unión con el todo es el amor. Si me siento unida a ti, mi lector, es porque somos uno solo, una unidad integrada, somos parte del todo. Dios está dentro de mí, como yo dentro él. Me creo, soy parte de su esencia, él me contiene. Somos puntos de luz dentro de una luz mayor que nos contiene. Al sentirnos parte del todo, somos creadores también. Nuestros pensamientos, palabras y acciones llevan a hechos concretos materiales. Si esos deseos son para el bien de la humanidad y no para el crecimiento de nuestro ego, entonces logramos grandes hazañas.

Por otro lado, si le hago daño al otro, me estoy dañando y estoy haciéndolo con mi creador, porque esa otra persona fue creada igual que yo, por el mismo ser. Vamos a recordar las palabras de Jesús, cuando él decía que era uno solo con el Padre. Lo expresaba porque estaba integrado, eran uno solo, como también era uno solo con la gente, el universo entero, todo cabía en él, porque era una parte del todo, por lo tanto, representaba la divinidad. Ese conocimiento fue lo que le permitió hacer grandes milagros.

Esa fue la enseñanza más importante que nos dejó, lo hizo para que nos diéramos cuenta lo grandiosos y poderosos que podemos ser cuando actuamos en la integración. Si mis pensamientos dañan al otro, si le deseo mal, me daño a mí mismo, me deseo todo lo malo y eso llega a mí, más rápido de lo que sospecho. Porque estoy unida al otro, por finos hilos invisibles que están lejos de mi comprensión. Somos unidades de energía condensadas en cuerpos sólidos, que irradiamos amor u odio que es capturado por los receptores de los demás seres vivos. Por lo tanto, estamos completamente interrelacionados con todos los seres y elementos del planeta.

Mis palabras, pensamientos y acciones –esa tríada implacable- actúa a mi favor o en mi contra, de acuerdo a cómo las direccione. Si mi actuación está enfocada en ayudar a los demás en alguna área, tendré éxito, porque el éxito consiste en crecer espiritualmente y ayudar a otros en ese proceso. Si mis actos van direccionados a conseguir prestigio para aumentar mi ego, mi vida ha sido un completo desperdicio, no vale la pena estar en este planeta. Mi función y mi misión deben estar centradas en el otro, en la comunidad, en mi grupo humano, en el planeta entero. Somos uno solo: mi planeta, la luna, la atmósfera, nubes, agua… somos parte de ese punto de luz que ya mencioné, por lo tanto mi amor debe ser tan grande que los contenga.

¿Este conocimiento se logra en una iglesia, con un padre o pastor? No se logra, ellos solamente dan fragmentos de la biblia, como piezas de rompecabezas y es nuestro deber ir armándolos, darle forma a dichos conocimientos para integrarlos a nuestro diario vivir, para extrapolarlos y ubicarlos en diferentes contextos de la vida diaria. Los sermones y palabras bíblicas son simplemente letras muertas si no se integran, si no me permiten revisarlos en mi vida cotidiana. Para ello, debemos estudiar, leer y hacer un trabajo interno de observación diaria, para determinar qué debemos aprender, qué nos falta por crecer y además, qué virtudes debemos pulir, dónde están nuestros puntos débiles: ¿paciencia, generosidad, compasión, amor, respeto, violencia verbal, física?

Mi nieta me preguntaba, porqué tenía compañeras de aula malas y le respondía que en todos los ámbitos conseguiremos dos tipos de personas: las evolucionadas y las primitivas. Además, que debemos alejarnos de esas personas que nos hacen sentir mal. Ella tiene siete años, no podía explicarle muchas cosas que expreso aquí.

Cuando nos conseguimos personas con bajo crecimiento, que tratan de hacernos daño, se transforman en nuestros maestros, nos enseñan mucho porque nos permiten ver cuáles son nuestras debilidades. Nuestro deber no es juzgarlas, ni evaluarlas, sólo revisarnos a nosotros mismos, preguntarnos en qué nos parecemos, qué características tenemos en común. Si veo algo malo en ella, es porque me está reflejando, tal vez no lo haga de manera directa, sino indirecta.

Por ejemplo si esa persona es tacaña y eso me molesta mucho, es porque también lo soy, tal vez soy generosa con la comida, los conocimientos, el dinero, sin embargo soy mezquina para comprarme ropa, alimentos. Es decir, soy generosa con el otro y conmigo mezquina. Debo trabajar en ese aspecto para crecer, me está mostrando mi debilidad, mis carencias, entonces, manos a la obra, a auto reflexionar y a re direccionar mis pensamientos, palabras y acciones para crecer en lo que tengo que perfeccionar.

Esa es nuestra misión; crecer, perfeccionarnos como persona, porque somos seres imperfectos aprendiendo en este planeta.

Repito que ese aprendizaje es un proceso gradual, individual y arduo que implica trabajo constante. Debemos convertirnos en humanos y lo logramos cuando controlamos nuestras conductas instintivas.

Sira Vargas de Biheller.

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