La realizadora Lina Wertmuller, autora de algunos de los filmes italianos más exitosos y primera mujer candidata a un Oscar por la dirección, festejará sus 90 años el 14 de agosto próximo. "Los años están y se sienten... pero trabajando me divertí toda la vida y no es poco", dijo recientemente en una entrevista. Nacida en Roma, el 14 de agosto de 1928, siempre conservó un vínculo estrecho con su lugar de origen, el pueblo de Palazzo San Gervasio, en la provincia de Potenza, sur de Italia, al que describió con afecto, pero con mirada irónica, en su ópera prima, "I basilischi" (Los basiliscos, 1963). A los 17 años se inscribió en la escuela de teatro de Pietro Sharoff y trabajó como titiretera junto a Maria Signorelli. Pero su relación con el espectáculo data de muchísimo antes, de su amistad escolar con Flora Carabella -que duró toda la vida-, quien luego fue la esposa de Marcello Mastroianni. Fue ella quien incitó a Lina a frecuentar Cinecittá y quien le presentó a Federico Fellini, con quien trabajó como asistente de dirección en "La dolce vita" (1960). Mientras tanto, fue adquiriendo experiencia en el escenario donde tuvo maestros como Giorgio De Lullo, pero también Garinei & Giovannini. Son las dos almas que pondrá en escena tanto en la pantalla grande como en televisión: comedia y cine comprometido, sátira y realismo popular. En 1956, Wertmuller participó entre los autores reconocidos del programa de variedades "Canzonissima", emitido por la RAI, y en el ámbito del cine era una figura familiar, pequeña, nerviosa, determinada y dispuesta a realizar cualquier tarea para aprender lo más rápido posible. La realizadora cultivó una fiel amistad con la guionista Suso Cecchi d'Amico; con los actores Enxo Garinei y Marcello Mastroianni y con los realizadores Luchino Visconti y Franco Zeffirelli, con quien escribió en conjunto el guión de "Fratello sole, sorella luna" (Hermano sol, hermana luna, 1972). En 1963 debutó como directora de cine y le confían la adaptación televisiva de uno de los cuentos para niños más populares en Italia: "Il giornalino di Gian Burrasca (El pequeño diario de Gian Burrasca). Wertmuller tuvo la genial intuición de darle el papel protagónico a Rita Pavone (vestida con ropa masculina) y durante 1964 y 1965 los ocho episodios transmitidos por el primer canal de la RAI batieron un récord. A partir de ese momento, "la mujer de los anteojos blancos" se convirtió en una firma apreciada y requerida. Elige el cine y acumula éxitos, especialmente cuando decidió unir a una "pareja de oro" de intérpretes como Giancarlo Giannini y Mariangela Melato en "Mimí metallurgico ferito nell'onore" (Mimí metalúrgico herido en su honor, 1972) y "Travolti da un insolito destino nell'azzurro mare d'agosto" (Abrumados por un destino insólito en el mar azul de agosto, 1974). En aquel momento inició su pasión, casi una marca de fábrica, por los títulos kilométricos. Con su amigo Giannini compartirá la aventura de los premios Oscar con "Pasqualino Settebellezze" (Pasqualino Siete bellezas, 1975): más de cuatro candidaturas, entre ellas, a la dirección -la primera nominación en ese rubro para una mujer- y la de mejor actor. Con el escenógrafo Enrico Job, en cambio, compartió la vida. Un vínculo conyugal y profesional que duró hasta la muerte de Job en 2008. Juntos tuvieron una hija, Maria Zulima. La carrera de Wertmuller está tan repleta de premios, triunfos y sorpresas que es difícil elegir los momentos más representativos. Tal vez baste con recordar el regreso triunfal a los picos de la taquilla con "Io speriamo che me la cavo" (Esperemos que me las arregle, 1992), con Paolo Villaggio o la complicidad con Sofia Loren. Solo recuerda el regreso triunfal a los picos de la taquilla con "Espero que me lleve bien con él" en 1992 con Paolo Villaggio, desarrollada entre el cine y la televisión en varias colaboraciones: desde "Sabato, domenica e lunedí" (Sábado, domingo y lunes, 1990) a "Peperoni ripieni e pesci in faccia" (Pimientos rellenos y maltrato, 2004). Gracias a Loren, Wertmuller redescubrió una sensibilidad napolitana que le valió obtener una ciudadanía honoraria en 2015. Sobre la mesa de su casa están expuestos sus infinitos premios, incluido el David de Donatello a la Carrera que recibió en 2010. Hace diez años, Wertmuller decía: "Apenas puedo ponerme en el papel de los 80, siempre he tenido una extraña relación con la edad. Lo que importa es si eres un imbécil o no, entonces no cambia si tienes 80 o 50". Y hoy ciertamente ratifica aquellas palabras, con un poco más de melancolía.(ANSA).