Peppino di Capri, nombre artístico de Giuseppe Faiella, uno de los artistas italianos más queridos en el mundo, celebra 80 años el 27 de julio, un año después de haber celebrado sus 60 años de carrera sobre el escenario del Teatro de San Carlos en Nápoles.
Pese a la importancia, el músico este año no celebrará el cumpleaños, dado el luto por la reciente desaparición de su esposa, Giuliana.
El suyo es un raro ejemplo de longevidad artística que atraviesa estilos y generaciones: con su dulce revolución rock de fines de los años 50 renovó la canción napolitana, volviéndola "cool".
Con un timbre vocal inconfundible, que remite al encanto de la isla azul, a la magia del verano, de sus amores y a una romántica "luna caprese", hizo enamorar por lo menos a tres generaciones.
Canciones como "Roberta" y "Champagne", que forman parte de la historia de la música en Italia, son cantadas y amadas todavía hoy, incluso por los más jóvenes.
Popular en los night-clubs de Capri e Ischia con sus anteojos espesos y chaqueta de lamé, único cantante italiano que subió al escenario que pisaron los Beatles en su célebre gira italiana de 1964, Peppino fue un "enfant prodige" en el piano, tocando desde los cuatro años de edad para los militares estadounidenses desplegados en Capri.
En 1958 su primer éxito, "Malatia", lo convirtió de inmediato en una estrella, acompañado por los Rockers.
"Don't Play that song", "Voce 'e notte", "Luna caprese", "Nun è peccato", "St. Tropez twist", "Let's twist again" (su disco más vendido), "Nessuno al mondo", le hicieron de banda sonora a la Italia despreocupada que había conocido el boom.
Con "Me chiamme ammore" ganó el último Festival de Nápoles en 1970. Participó en quince festivales de San Remo, un récord absoluto, y ganó dos: en 1973 con "Un grande amore e niente più" y en 1976 con "Non lo faccio più".
Incontables sus hits eternos, desde los años 70 hasta ahora, desde "Amare di meno", cortina musical del mítico programa televisivo "Rischiatutto" (un telequiz), a "Roberta", de "Auguri" a "Il sognatore", sin olvidar nunca la tradición napolitana revisada en clave moderna.
Cada una de sus presentaciones fue acompañada por el afecto de un público que se renueva, es un viaje a lo largo de una vida en las emociones de quien lo escucha pero también de la moda italiana.
Su octogésimo cumpleaños, una fecha importante para un artista siempre presente en escena sin envejecer nunca, coincide con un momento triste de su vida privada, pero lo encuentra como siempre idealmente abrazado por un publico tan vasto y tan sin edad como su música.
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