Junto a las consignas, los mensajes y reclamos por parte de los manifestantes, la represión también dijo presente. Gases lacrimógenos, la presencia de Tanquetas y las intimidaciones por parte de los Cuerpos de Seguridad, además de tres detenciones arbitrarias, fueron señales de una extraña indignación que suelen sentir los funcionarios del régimen cuando un grupo de personas decide “interrumpir” aquello que ellos definen como “normalidad”. Para ellos, conceptos como el orden público pueden convivir irónicamente junto a la parálisis que sufre una Ciudad cuya cotidianidad ya venía siendo pisoteada por la crisis humanitaria para luego verse totalmente sofocada por el agravamiento de los recortes eléctricos que a diario fueron resquebrajando los últimos vestigios de una economía hecha pedazos.
Obligados a considerar como algo común la ausencia de electricidad y abrazados por la desesperación cuando se oye anunciar que “llegó la luz”, los habitantes de Ciudad Ojeda – así como en el resto del Zulia – deben aprovechar como un lujo las pocas horas de electricidad que el régimen ofrece a disposición. Desde recargar los teléfonos y refrigerar la comida, hasta aprovechar la energía poder reactivar el uso de aparatos electrónicos que permiten el funcionamiento de establecimientos comerciales o clínicas y hospitales, los citojenses deben aprovechar al máximo cada minuto de energía eléctrica, a no ser que tengan una planta. Si bien no todos cuentan con plantas eléctricas, en el Zulia pareciese un descuido no tener una, pero la gran mayoría no puede acceder a las mismas. Son un lujo para pocos, el resto debe acostumbrarse a esta nueva “normalidad”.
La crisis eléctrica encuentra sus orígenes en la corrupción y en el despilfarro de los recursos destinados a la manutención e innovación del sector por parte del Estado venezolano que desde el 2013 detiene el control absoluto del mismo a través de CORPOELEC, entidad a la cual se destinaron 37 mil millones de dólares durante el mismo año. Asimismo, en la sesión extraordinaria del 11 de Marzo, el Presidente Juan Guaido denunció – desde el hemiciclo de la AN – la desaparición de 100 mil millones de dólares invertidos desde el Estado venezolano para solucionar la crisis
Con los datos a mano, podemos observar cómo la corrupción y la mediocridad son uno de los primeros factores detrás de los apagones. Sin embargo, la coincidencia temporal entre la juramentación de Guaido como presidente ad interim y el agravamiento de los recortes eléctricos pueden indicar un segundo fin detrás de los mismos: humillar, debilitar y desmoralizar a la población. Que el régimen sea infinitamente incapaz, no quiere decir que no se valga del caos generado por sus errores para inducir a la sumisión.
La desesperación de quienes, tras todo lo ocurrido, se han desilusionado de nuevo y la resignación de quienes han empezado a considerar como “normal” el hecho de no tener electricidad durante buena parte del día, además del debilitamiento físico y espiritual de quienes no logran hacer la mitad de las actividades que antes realizaban en una jornada, son la demostración de que los recortes le han servido a Maduro como instrumento de opresión.
Entre mediocridad y despotismo, entre ineficacia y opresión, no sabemos dónde empiezan ni dónde terminan dichas facetas del régimen. Ya la historia juzgará si fueron más perversos que incapaces, o viceversa. Lo cierto es que está comprobado que ambas cosas pueden convivir en un único régimen. Se puede ser ineficaces a nivel administrativo y, a su vez, las consecuencias de la ineficacia pueden ser usadas para permanecer en el Poder.
Es por eso que Ciudad Ojeda hizo, hace y hará bien en protestar, rebelarse y no acostumbrarse a la sumisión que el régimen y sus cómplices quieren hacer pasar por “normalidad”. Claro está que mientras se levante la voz, ellos no lograrán su propósito.
¡Gloria al Bravo Pueblo!