Estudiando en el Conservatorio de Santa Cecilia, contó, "no imaginaba que llegaría a componer música para cine. Por entonces, y todavía hoy tengo, otras aspiraciones. No es que desprecie aquello que hice para el cine, sino que ciertamente no es la alegría espiritual que creo que se apagó, al menos en parte", había repetido.
La música para Morricone era la de una sala de concierto, "donde la música se escucha por sí misma y no es soporte complementario de las imágenes. Desafortunadamente siempre es más raro, y no solo para mí, lograr defender dignamente la propia personalidad y las propias exigencias naturales creativas. Reducir todo, o casi todo, la música del cine a un tema 'pegadizo' significa reducir al compositor a un estado de depresión que a la larga puede anularlo", había confesado reivindicando haber encontrado en los años "un estilo".
Morricone tenía un amor por la música absoluta. Por algo llamó a su autobiografía "Persiguiendo aquel sonido" e invocando la libertad de tomar decisiones fuertes, no populares había amonestado muchas veces a las instituciones: "Gravísimo que el Estado italiano no ayude a la música y a los compositores".
Durante toda su vida le había quedado en el oído el reproche de su maestro del Conservatorio, Goffredo Petrassi, quien le había remarcado que "tenía mensajes de parte de la alta música" para trabajar en la televisión y el cine porque "con la música absoluta se moría de hambre".
"No podré nunca olvidar aquello que me dijo", eso porque su objetivo, más allá de los enormes éxitos, de los premios desde el León de Oro a los Oscar (con el que tuvo una relación problemática, con decepciones desde los "Días del Cielo", en 1978 a la venganza con la estatuilla dorada a la carrera en 2016) fue para toda la vida "recuperar aquel tiempo perdido" y "experimentar nuevos caminos".
"Si no escribiese música no sabría qué cosa hacer", dijo en varias ocasiones, afirmaba que buscaba "la inspiración casual".
Sus inicios en el cine fueron con Sergio Leone, compañero de clase en la primaria, los unía la búsqueda de la perfección. Uno de los últimos trabajos fue con Quentin Tarantino: para "The Hateful Height", que le permitió ganar en 2015 su segundo Oscar.
"Ennio es como Mozart", había dicho el cineasta estadounidense que en la ola de conmoción por el fallecimiento del Morricone escribió "Rip the legendary #enniomorricone", posteando una foto de ambos. Aquella vez Morricone pensó casi "en una toma de fondo": "El juicio sobre cualquier artista, y no hablo solo de compositores, puede darse solo después de su muerte". (ANSA).