Según la Enciclopedia de Cocina Larousse, el huevo era originalmente un plato de lujo en los monasterios benedictinos, donde los monjes no comían más que una rebanada de pan duro por la mañana. En las vacaciones, los granjeros llevaban allí suficientes huevos para todos los monjes, quienes los cocinaban escalfados y luego colocaban cada uno sobre una rebanada de pan duro.
Aunque se cree que los huevos Benedict se originaron en Nueva York, su invención es ampliamente reivindicada.
Ingredientes:
• 150 g de salmón noruego fresco
• 4 piezas de pan
• 4 huevos
• Aceite de oliva virgen extra
• Yogur natural
• Mahonesa
• Lechugas variadas
• Perejil
• Vinagre
• Sal
Elaboración:
Colocar el salmón noruego loncheado en 12 lonchas finas en una bandeja, espolvorear con un poco de sal, cubrirlo con papel film y enfriar en la nevera durante más de 10 minutos.
– Para los huevos escalfados:
Hervir 2 litros de agua con 3 cucharadas de vinagre y 1 cucharadita de sal. Introducir suavemente un huevo (sin cáscara), recoger con palillos las claras alrededor de la yema. Cocinar a fuego medio de 2 a 3 minutos. Una vez cuajado, sacarlo y colocarlo en un recipiente con agua. Repetir el proceso con los demás huevos. Abrir el pan, tostarlo y añadir unas gotas de aceite de oliva.
Escurrir las láminas de salmón noruego y colocarlas sobre en pan. Disponer encima un huevo escalfado bien escurrido. Mezclar 3 cucharadas de mayonesa y de yogur natural para salsear al gusto. Decorar con perejil picado.
Servir en un plato acompañados de unas hojas de mezclum aliñadas.
Disfruta de tu comida y acompaña bien con un vino blanco.